domingo, 21 de agosto de 2011

El Mago Merlín Y El Rey Arturo

Hace muchos años,   cuando Inglaterra no era más que un puñado de reinos que batallaban entre sí,   vino al mundo Arturo,   hijo del rey Uther.   La madre del niño murió al poco de nacer éste,   y el padre se lo entregó al mago Merlín con el fin de que lo educara.   El mago Merlín decidió llevar al pequeño al castillo de un noble,   quien,   además,   tenía un hijo de corta edad llamado Kay.   Para garantizar la seguridad del príncipe Arturo,   Merlín no descubrió sus orígenes.

Cada día Merlín explicaba al pequeño Arturo todas las ciencias conocidas y,   como era mago, incluso le enseñaba algunas cosas de las ciencias del futuro y ciertas fórmulas mágicas.   Los años fueron pasando y el rey Uther murió sin que nadie le conociera descendencia.  

La Cenicienta

Había una vez,  un gentil hombre que se casó en segundas nupcias con una mujer,  la más altanera y orgullosa que jamás se haya visto.   Tenía dos hijas y se le parecían en todo.
El marido,  por su lado,  tenía una hija,   pero de una dulzura y bondad sin par;   lo había heredado de su madre que era la mejor persona del mundo.

Junto con realizarse la boda,  la madrastra dio libre curso a su mal carácter;   no pudo soportar las cualidades de la joven,   que hacían parecer todavía más odiables a sus hijas.   La obligó a las más viles tareas de la casa:   ella era la que fregaba los pisos y la vajilla,   la que limpiaba los cuartos de la señora y de las señoritas sus hijas;   dormía en lo más alto de la casa,   en una buhardilla,   sobre una mísera cama,   mientras sus hermanas ocupaban las mejores habitaciones,   donde tenían camas a la última moda y espejos en los que podían mirarse de cuerpo entero.

La pobre muchacha aguantaba todo con paciencia,   y no se atrevía a quejarse ante su padre,   por miedo  a que la reprendiera,   pues su mujer lo dominaba por completo.  Cuando terminaba sus quehaceres,   se instalaba en el rincón de la chimenea,   sentándose sobre las cenizas,   lo que le había merecido el apodo de "Culocenizón".   La menor,   que no era tan mala como la mayor,  la llamaba "Cenicienta";   sin embargo Cenicienta,  con sus míseras ropas,   no dejaba de ser cien veces más hermosa que sus hermanas que andaban tan ricamente vestidas.

Sucedió que el hijo del rey dio un baile al que invitó a todas las personas distinguidas;   nuestras dos señoritas también fueron invitadas,   pues tenían mucho nombre en la comarca.   Ellas,   muy satisfechas y preocupadas de elegir los trajes y peinados que mejor les sentaran;   nuevo trabajo para Cenicienta pues era ella quien planchaba la ropa de sus hermanas y plisaba los adornos de sus vestidos.   No se hablaba más que de la forma en que irían trajeadas.

-Yo,   dijo la mayor,   me pondré mi vestido de terciopelo rojo y mis adornos de Inglaterra.

-Yo,   dijo la menor,   iré con mi falda sencilla;   pero en cambio,   me pondré mi abrigo con flores de oro y mi prendedor de brillantes,   que no pasarán desapercibidos.

Manos expertas se encargaron de armar los peinados de dos pisos y se compraron lunares postizos. Llamaron a Cenicienta para pedirle su opinión,   pues tenía buen gusto.   Cenicienta las aconsejó lo mejor posible,   y se ofreció incluso para arreglarles el peinado,   lo que aceptaron.   Mientras las peinaba,   ellas le decían:

Dibujos De Cenicienta













Blanca Nieves Y Los Siete Enanitos


En un país muy lejano,  vivía una bella princesa llamada Blancanieves,   que tenía como madrastra, a una Reina, muy vanidosa y malvada.  La madrastra preguntaba a su espejo mágico:

- Espejito,   espejito,   di,   ¿Quién es la más bella de todas las mujeres del reino?

Y el espejo contestaba :

- Tú eres,  oh Reina,  la más bella de todas las mujeres del reino.

Y fueron pasando los años.  Un día,   la Reina preguntó,   como siempre,   a su espejo mágico:

- Espejito,   espejito,   di,   ¿Quién es la más bella de todas las mujeres del reino?

Pero esta vez el espejo contestó:

- La más bella,   es Blancanieves.

Entonces la Reina,  llena de ira y de envidia,   buscó un cazador y le ordenó:

- Llévate a Blancanieves al bosque,   mátala y como prueba de haber realizado mi encargo, tráeme en este cofre su corazón.

Pero cuando llegaron al bosque,   el cazador sintió lástima por la inocente joven y la dejó huir,   sustituyendo su corazón por el de un jabalí.

Dibujos De Blancanieves Y Los Siete Enanitos














sábado, 20 de agosto de 2011

Peter Pan



Wendy,    Michael y John,   eran tres hermanos que vivían en las afueras de Londres.   Wendy,   la mayor, había contagiado a sus hermanitos su admiración por Peter Pan.   Todas las noches les contaba a sus hermanos las aventuras de Peter.

Una noche,   cuando ya casi dormían,   vieron una lucecita moverse por la habitación.   Era Campanilla,   el hada que acompaña siempre a Peter Pan,   y el mismísimo Peter.   Éste les propuso viajar con él y con Campanilla al País de Nunca Jamás,   donde vivían los Niños Perdidos...

- Campanilla los ayudará.   Basta con que les eche un poco de polvo mágico para que puedan volar.

Cuando ya se encontraban cerca del País de Nunca Jamás,   Peter les señaló:

- Es el barco del Capitán Garfio.   Tengan mucho cuidado con él.   Hace tiempo un cocodrilo le devoró la mano y se tragó hasta el reloj.   ¡Qué nervioso se pone ahora Garfio cuando oye un tic-tac!

Campanilla,   se sintió celosa de las atenciones que su amigo tenía para con Wendy,   así que,   adelantándose,   les dijo a los Niños Perdidos que debían disparar una flecha a un gran pájaro que se acercaba con Peter Pan.   La pobre Wendy,   cayó al suelo,   pero,   por fortuna,   la flecha no había penetrado en su cuerpo y enseguida se recuperó del golpe.

Dibujos De Peter Pan